martes, 30 de enero de 2007

Shhhhhhhhhhhhhh


Anoche, como de costumbre, me sentía agotado. Después de un duro día de trabajo llegué a casa con apenas tiempo para cenar algo e irme a la cama. Cambiando mi rutina habitual, decidí ducharme antes de entrar en la cama. Esta reestructuración de mis pautas de conducta dio lugar a una reestructuración del tiempo y sus usos, lo que me llevó a hacerme un canuto antes de entrar a lavarme. El pitillo era de maría, entraba bien, sabor suave, cuelgue intenso. Fumaba habitualmente, casi a diario. De pronto el teléfono, ¿quién osa interrumpir el descanso del guerrero?
Cuando termine de hablar seguí con mi tratamiento antiestrés. El humo llenaba mis pulmones, mi mente volaba.
Una cascada continua de agua caliente. Respira. Champú, gel de baño, de nuevo mi cascada, relájate.
Antes de secarme aproveché el momento para aplicarme un aceite hidratante de diferentes esencias que me habían regalado. Olía bien. Lo extendí por todo el cuerpo empezando por los brazos y acabando por las piernas mientras seguía fumando.
Daba a mi piel un tacto extraño pero increíblemente cercano para mi memoria sensitiva. Me concentré en su aplicación llegando a todos los recovecos de mi cuerpo, tobillos, gemelos, triceps, abductores, gluteos, bíceps y rodillas en piernas.
El aceite me cubría abrillantando mi piel, el reflejo de la luz emitida por el calefactor la doraba, la humedad producida por los chorros de agua caliente me envolvía. Me sentía como un efebo que inmortalizado en bronce cobraba vida. Volví a aplicarme aceite, a extenderlo, a aplicarlo lubricando mi cuerpo, repasaba todas las zonas, tensándolas, estimulándolas. No estaba excitado, satisfacía mi ego.
Tenía que apuntarme al gimnasio, el sedentarismo al que me obligaba la rutina estaba ablandando mi anatomía volviéndola laxa. Pese a todo me conservaba bien, se podía decir que estaba bueno, era atractivo.
“Siempre jugaste con eso Germán, con eso y con tu especial manera de mirar, interpretando un animal en celo. Lo sentía dentro, me lo creía”.
“Eres un gilipollas. No paras de pensar tonterías. Ponte el pyjama y vete a dormir, ya es tarde y mañana vuelves a madrugar”
Tendido en la cama mi cabeza zumbaba. Puse en hora la alarma del móvil. Me equivoqué tocando los botones y empecé a navegar sin querer, intenté salir, llegué a la pantalla de inicio pero había un símbolo desconocido. Ante el miedo a una factura desmesurada y debido a mi desconfianza ante las nuevas tecnologías decidí desconectarlo y de pronto nada.




Silencio, ¿lo oyes?



Respiro profundo.



Nada, el vacío.



Había roto mis cadenas con la sociedad, estaba aparte, desconectado, en silencio. Volví a encender el móvil, introduje el PIN y comprobé de nuevo la alarma-despertador, volvía a estar conectado al mundo.

viernes, 26 de enero de 2007

¿Es tan difícil que a uno lo dejen en paz?




Estimados lectores, desde hace mucho vengo pensando que últimamente se está llevando a cabo una acción terrorista contra la ciudadanía española, en concreto, y global, por contextualizar un poco el texto en el mundo en el que vivimos. A diario encuentro cócteles molotov en cualquier sitio de mi ciudad, a veces incluso, he de confesar, en mi propia casa.
Sin ir más lejos, el otro día me prestaron un libro, en concreto, me lo prestó mi pareja, a la cual prefiero mantener en el anonimato debido a que con acciones como esta se reafirma cada día más como un útil sexual. Uno de sus libros preferidos, por el bien de mi salud, los deportes de cama son los únicos que práctico, tenía que leérmelo, de esta no me escapaba, ¿por qué no fuimos esa tarde a merendar con sus padres?
La institución de la pareja es de un carácter muy débil y se basa principalmente en dos factores:
a) el desconocimiento del otro que le permite ser la persona que a ti te gustaría que fuera;
b) la atracción sexual que puede sustituirse por otro tipo de derivados en función de los traumas infantiles de cada uno;
Cualquier intento de indagar más en el otro resulta un fracaso estrepitoso que concluye cuando el uno, celosos de su vida, construida en años de búsqueda de la máxima confortabilidad, resuelve poner punto y aparte a la mal llamada “relación de pareja”.
Desgraciadamente no todo el mundo tiene el mismo sentimiento de autorrealización consigo mismo, y por tanto dependen de otro para sentirse completo, lo que le impide desarrollar su potencial individual al cien por cien convirtiéndose en una lacra más.
El individualismo feroz, del que me hago participe, resuelve que sólo te has de comunicar con los demás cuando éstos puedan cubrir una necesidad que de otra forma te sería más costosa cubrir. Este planteamiento me llevo a residir en casa de mis padres hasta bien entrada la treintena. Comida, servicio de habitaciones, lavandería.... son muchos los servicios que tenía garantizados. Esto se truncó momentáneamente cuando una zorrita periurbana, exigente para más inri, se cruzó en mi camino.
Este episodio, que no tuvo más trascendencia, se solventó con una residencia compartida, entre semana en casa de mis padres, el fin de semana un estudio de soltero, una VPO con plaza de garaje y trastero de un estilo minimalista –no me gusta que mi madre trabaje mucho cuando viene a arreglarme el pisito.
Volviendo al tema que nos ocupa, llegué al momento de “cariño, léete este libro, me encanta”, que en verdad quiere decir “para que me comprendas mejor y entiendas como siento tienes que leerte este libro porque a mí me gusta, recuerda que cada día tendrás que ir pareciéndote un poco más a lo busco para que me sienta realizada, dado que yo sola no puedo” acompañado de un “no te preocupes si no te gusta”, que traducido es “espero que tengas la suficiente sensibilidad para reconocerme en él y saber apreciarlo”.
El caso es que uno, pese a su fuerte estructuración social y mental, finalmente trata de acercarse a mundo nuevos aún inexplorados, no por tratar de comprender mejor a nadie, sino buscando la sustancia de una publicación que si bien lleva tanto tiempo en el mercado será por algo y de pronto se encuentra con... cómo expresarlo, una bazofia mediocre que podría haber escrito cualquiera sin invertir mucho tiempo, tan sólo es necesario recurrir a una patética emotividad romántica y un poco de filosofía barata, que para darle más glamour es oriental. Tres días más tarde volvimos a quedar, cuando nos vimos no sabía que decir, tenía una clara idea en la mente así que la dije sin más: “¿nos vamos a la cama?”, así es más fácil.

Que poco me apetece




Hay días en que te levantas y simplemente no tienes ganas de trabajar. Estás cansado, no tienes la mente para nada, y mucho menos para terminar de redactar ese proyecto que tienes que presentar algún día antes de que acabe el año.
El problema del trabajo “intelectual”, por llamarlo de algún modo es que depende de la inspiración del remunerado y claro, esta no siempre está operativa.
Isabel Allende, Almudena Grandes, Antonio Muñoz Molina y otros escritores, los llamaré así porque este término identifica muy bien su trabajo, escriben, da igual si son manuales de autoayuda o la apasionante historia de la que ayer me enteré en las escaleras de la comunidad mientras subía con la compra al estilo del escritor de moda, insisten en la constancia y la perseverancia de su trabajo, al que identifican como un trabajo rutinario de oficina. Te levantas a una hora prudente, desayunas y te sientas frente al pc (las maquinas de escribir ya no se llevan) y empiezas a escribir hasta que salga algo bueno.
Muchos de aquellos que se dedican a la literatura utilizan un sistema mucho más complejo, además de crear mapas de personajes y lugares, del desarrollo psicológico de los protagonistas, se embarcan en una aventura de la que no salen hasta que llegan al punto y final. El trabajo artístico supera al narrativo y el autor consigue así transcender el significado del texto.
Sin embargo, no todos somos artistas, ni siquiera es algo que se pueda aprender. En un principio, siguiendo a Ortega, es una cuestión de técnica, a la que únicamente se llega por la práctica, pero más allá, es una cuestión de inspiración, y si tu musa se ha quedado en el caribe más vale que vayas a rescatarla.La historia es que, desde fuera, cuando vemos algún documento impreso, tenemos la percepción de que está hecho por algún profesional, que sabe que técnicas seguir para llegar al resultado deseado de la forma más efectiva posible, y sin embargo, cuando empiezas a trabajar de prácticas en algún sitio y te encargan el documento x te entra el pánico. Al principio lo solventas con ataques de inspiración a modo de examen, sin embargo llega un día que esta se acaba y simplemente no te apetece escribir, al fin y al cabo tú no eres Cervantes.