viernes, 26 de enero de 2007

Que poco me apetece




Hay días en que te levantas y simplemente no tienes ganas de trabajar. Estás cansado, no tienes la mente para nada, y mucho menos para terminar de redactar ese proyecto que tienes que presentar algún día antes de que acabe el año.
El problema del trabajo “intelectual”, por llamarlo de algún modo es que depende de la inspiración del remunerado y claro, esta no siempre está operativa.
Isabel Allende, Almudena Grandes, Antonio Muñoz Molina y otros escritores, los llamaré así porque este término identifica muy bien su trabajo, escriben, da igual si son manuales de autoayuda o la apasionante historia de la que ayer me enteré en las escaleras de la comunidad mientras subía con la compra al estilo del escritor de moda, insisten en la constancia y la perseverancia de su trabajo, al que identifican como un trabajo rutinario de oficina. Te levantas a una hora prudente, desayunas y te sientas frente al pc (las maquinas de escribir ya no se llevan) y empiezas a escribir hasta que salga algo bueno.
Muchos de aquellos que se dedican a la literatura utilizan un sistema mucho más complejo, además de crear mapas de personajes y lugares, del desarrollo psicológico de los protagonistas, se embarcan en una aventura de la que no salen hasta que llegan al punto y final. El trabajo artístico supera al narrativo y el autor consigue así transcender el significado del texto.
Sin embargo, no todos somos artistas, ni siquiera es algo que se pueda aprender. En un principio, siguiendo a Ortega, es una cuestión de técnica, a la que únicamente se llega por la práctica, pero más allá, es una cuestión de inspiración, y si tu musa se ha quedado en el caribe más vale que vayas a rescatarla.La historia es que, desde fuera, cuando vemos algún documento impreso, tenemos la percepción de que está hecho por algún profesional, que sabe que técnicas seguir para llegar al resultado deseado de la forma más efectiva posible, y sin embargo, cuando empiezas a trabajar de prácticas en algún sitio y te encargan el documento x te entra el pánico. Al principio lo solventas con ataques de inspiración a modo de examen, sin embargo llega un día que esta se acaba y simplemente no te apetece escribir, al fin y al cabo tú no eres Cervantes.

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